LA JUACTORY
De las entrañas de la colonia Juárez emerge la Juactory...
miércoles, 11 de abril de 2012
EL VARAL: un documental de Marta Ferrer.
Por Isaura Contreras*
Durante los seis años
en que transcurrió mi formación escolar primaria, mis compañeros y yo nos veíamos
obligados a escribir una sentencia en cada hoja del cuaderno: “El Varal de
Cabrera. Municipio de Abasolo, Guanajuato”,
marca de pertenencia que, junto con la fecha, remitía al espacio en que transcurrían
nuestros días. En las conversaciones
este nombre quedaba reducido a “El Varal”, y si bien ignorábamos su origen
y significado nos divertía su sentido inmediato: lugar de
varas. Lo cierto es que El Varal nunca
ha tenido una definición determinada, para algunos es una palabra que designa a
una ranchería de las que abundan en el Estado de Guanajuato, con poco más de
mil habitantes y provista de todos los servicios. Un pueblo que vive de la
agricultura, de las remesas de la migración y, de unos años a la fecha, de fábricas
de vestido y calzado. El Varal es también la fiesta religiosa de mayo, los
bailables de verano en fin de cursos, el
desfile escolar en noviembre; diversión
esporádica ante el aterrizaje de algún circo,
improvisada pista de baile a mitad de la calle o museo abierto de nacimientos en navidad.
Para una gran cantidad de migrantes que se va por unos años, o por toda una
vida, El Varal es un espacio de evocación nostálgica, una camiseta puesta con orgullo: ser varaleño. Ahora, desde el 2009, El Varal ensaya otra definición:
un magnifico documental cinematográfico.
El trabajo de
la directora Marta Ferrer y su equipo me enseñó un pueblo que, de tan
visto, no lo había observado bien. Porque las calles ahora pavimentadas, las
maquilas, los oficios de la gente, su
andar cotidiano y sus conversaciones, registrados en la cinta, muestran el
presente de una comunidad cuyos cambios
vertiginosos me habían sido imperceptibles. Advertí que El Varal no es en
absoluto lo que era hace quince años, en mi adolescencia, cuando las calles de
tierra se perdían bajo las lagunas en tiempo lluvias, cuando las casas de colado se contaban con
los dedos de las manos, cuando no había teléfono o cuando era impensable una fábrica
cuyo propietario fuera oriundo del pueblo.
El documental de
Marta Ferrer toca acertadamente todos los polos que permean hoy la vida del
pueblo y tiene como hilo conductor un aspecto que, de tan evidente, parece
soterrado: la migración y sus efectos. El Estado de Guanajuato ocupa uno de los
primeros lugares en índices de migración a los Estados Unidos y El Varal es una
muestra representativa, a menor escala, de ese fenómeno. Con la ayuda de Javier
Campos, editor de la cinta, se conforma
una unidad visual y narrativa alrededor del tema migratorio. El relato de la
migración se da en la voz de los que no partieron, son ellos los que reconstruyen la historia de
los otros: los esposos, los hermanos, los hijos ausentes, cuya constante
presencia lejana permea toda la cinta, hasta convertirse en el único motivo de
las conversaciones. Sin recurrir a las típicas entrevistas, que suele encarar
el documentalista para lograr un supuesto cometido de objetividad, en esta película hay una verdadera puesta en escena. Marta
Ferrer procuró situar a sus personajes sobre escenarios determinados, que no
son más que los de su andar cotidiano,
quizá les sugería el tema pero ellos tenían un guión innato. Marta
Ferrer logró que ignoraran la cámara y se convirtieran en los actores de su
propia historia. Los vemos arar la tierra, coser zapatos en la fábrica, cocinar
huevos; los vemos en el molino de maíz, limpiar a los cerdos, soldar, lavar los trastes; los vemos arreglándose el
cabello, en las peregrinaciones de la
iglesia, en las reuniones familiares, en los alegres novenarios y en la
fiesta; los vemos hablar, discutir,
comer, jugar: los vemos vivir como si la cámara no hubiera estado jamás allí. Marta Ferrer, en su función de directora, es
aquí también una migrante. No por su origen español ni por observar con mirada
ajena, todo lo contrario. Ella, como los migrantes de El Varal, logra ser una presencia ausente, sabemos que
está allí sin estar realmente, sabemos que dirige las situaciones, de allí las
bien logradas escenas que en muchos momentos podrían remitirnos a un verdadero
cuadro de ficción con actores no profesionales. No es un documental que sólo
pretende testimoniar es, ante todo, una búsqueda artística donde la música y la
fotografía son suscitadas por el espacio cotidiano, sin imposiciones ni
efectos, de allí la presencia invisible de la directora que lo va orquestando
todo. En la historia que se dibuja sobre
los ausentes no hay nudo ni desenlace, no hay aspavientos ni dramatismo;
volvemos a una narración llana donde la parquedad y el silencio constituyen un
ritmo y un sentido.
La película me
descubrió un Varal fuera de mi imaginario, un Varal recién construido, cuya dinámica
ha cambiado con la llegada de las fábricas al corazón del pueblo. El asentamiento
de maquiladoras de ropa y calzado ha hecho de su gente obreros calificados que
han abandonado el habitual trabajo agrícola y ganadero. El documental no crea
visiones tendenciosas sobre una idílica pérdida de la tierra desplazada por la
industria incipiente, sólo muestra esa
nueva realidad de hace 10 años en que se
asentaron las fábricas. De manera
sutil, el reconocimiento por la tierra
subyace en las sugerentes imágenes del
campo en
las que transitan las tres generaciones: los viejos, los jóvenes y los
niños; representaciones del ciclo reiterativo de la cosecha.
La magnífica fotografía de paisajes verdes y tierra fértil guarda una
estética contrastante con los exteriores de un pueblo en obra negra y calles desoladas, atinadamente así lo vieron
Ferrer, Hugo Royer y Oriol Inglada. Yo, nostálgica de las cosas que viví, extraño
algunos cuadros que son sustanciales en mi imaginario: la salida de una parvada
de chicos de la escuela o la telesecundaria, los recreos míticos, el centro de
salud y la cancha deportiva, espacios donde todas las generaciones del pueblo
han coincidido, nimias ausencias que no
merman el sentido integral de este trabajo;
centrado en un tema de los muchos
que podrían tocarse pero que apelarían más a la intimidad de cada habitante de
donde surgirían otras historias por contar, que por ahora no han cabido.
Ares Botanch y Miriam
Gago, encargadas del sonido, captaron
bien el letargo del pueblo traducido en silencios, donde el canto de los grillos y el silbar de
las hojas nos recuerdan la condición
callada de los parajes y el campo. El bullicio despierta a momentos con la
fiesta y los cohetes, con la música de
banda o en el coche de Baudelio escuchando canciones en inglés, en la propaganda de Daniel Zavala y su
carnicería, o en la límpida voz de Mony, mi amiga de infancia, que toca
guitarra.
Hay una visión crítica
que permea el documental en la voz de sus propios protagonistas. En las
conversaciones de sobre mesa, o en las pláticas espontáneas, se avizora
una actitud reflexiva e informada sobre
los problemas agrarios o la situación política y económica. Hay también una mirada íntima de la
distancia, la de Ana Lilia y sus hijas evocando al padre ausente. La de mis tíos,
Hortensia y Ramón, que entierran “tres
granos de maíz, máximo cuatro”, mientras hablan de los hijos que no están. Ellos,
mis vecinos de toda una vida, con nombres y apellidos, lograron ser los personajes de un video
profesional en la sala de cine. Lograron representar a todos los rostros anónimos
del pueblo, y a la vez, a todos los pueblos como este.
No puedo sino
agradecer la generosa mirada de Marta Ferrer que rescató para siempre, en una
cinta, signos de identidad de este
pueblo e hizo congelar en el tiempo un
retazo de nuestra historia cotidiana. Hoy El Varal ha sido puesto en el mapa:
en el mapa del buen cine, al menos, y eso ya es bastante.
A dos años de haber
visto este documental, aún me persigue
el poder de la última imagen: desde el interior de una casa a medio
construir, una ventana enmarca el
paisaje de un sol al atardecer cortado por las espigas. Adentro, en la pared de
ladrillo, bordeado por las sombras, se proyecta el cuadro luminoso de esa
ventana: un guiño discreto a la pantalla cinematográfica que nos confirma, por un instante, que el pueblo entero ha entrado en la magia del cine.
Trailer de "El Varal" en: http://www.youtube.com/watch?v=2m73T1nzaiA
Visita la Web de El Varal en : www.wix.com/martawelles/elvaral
*Biografía de ISAURA CONTRERAS RÍOS en:
http://www.17.edu.mx/extension-academica/pensamiento-estetico/393-isaura-contreras-rios
Trailer de "El Varal" en: http://www.youtube.com/watch?v=2m73T1nzaiA
Visita la Web de El Varal en : www.wix.com/martawelles/elvaral
*Biografía de ISAURA CONTRERAS RÍOS en:
http://www.17.edu.mx/extension-academica/pensamiento-estetico/393-isaura-contreras-rios
martes, 3 de abril de 2012
viernes, 30 de marzo de 2012
viernes, 16 de marzo de 2012
lunes, 12 de marzo de 2012
Ampersan
El 12 de marzo de 2012 la Juactory tiene un encuentro fortuito con Ampersan: músicos y participantes de un movimiento urbano importante: la colectividad... El cuestionamiento sobre la posibilidad de que por medio del arte se pueda acceder al bienestar, nuevamente se hace presente. Ampersan y La Juactory, han decidido hoy, unir fuerzas para lograr este objetivo. El próximo sábado, La Juactory registrará en audio y video un concierto de Ampersan, donde también participarán Luis Marcol y Dr. Sotol; así como una exposición de obra gráfica. En el transcurso de la semana publicaremos la invitación a dicho evento.
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